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Es un alborotador. Sus artículos
critican a nuestros hombres famosos...
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...a las artes,
y a las autoridades cívicas.
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Sugiérame algo mejor para criticar.
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No toleraré su insolencia.
Le ordeno que ponga fin a esto.
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Es una orden oficial.
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- Espero no tener que volver.
- Comprenda, señor...
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...que el libro
no fue publicado por mí.
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Pero fue escrito por su empleado.
Eso lo hace responsable ante la ley.
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- Bien.
- No quise causarle problemas.
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¿Por qué escribe de cosas sórdidas,
si hay tantas agradables en esta vida?
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Y tantas desagradables.
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Mientras trabaje para mí, no es
asunto suyo. Debería despedirlo...
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...pero le daré otra oportunidad.
- Gracias.
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Pero desde hoy, se dedicará
a su trabajo, y no a escribir basura.
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- ¿Qué? ¿No acepta mis términos?
- Sería desastroso para mí, Sr. La Rue.
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Tenga lo que le debo
del sueldo de este mes.
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Fuera.
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- Se lo agradezco mucho.
- ¿Qué?
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Ahora me dedicaré
todo el tiempo a escribir.
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Pues siga garabateando.
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¡Quizá con el estómago vacío
lo haga mejor!
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Un estómago lleno, hace
que la barriga nos sobresalga.
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Y no nos deja ver lo que pasa
debajo de nosotros.
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Usted se pondrá más gordo y más rico,
publicando esos libros nauseabundos...
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...y yo me convertiré en un topo,
cavando aquí, rebuscando allá.
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Haciendo resaltar los aspectos
de la vida duros, crudos y feos.
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No le gustará el olor de mis libros,
ni al fiscal general tampoco.
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Pero cuando apeste lo suficiente,
quizá abran los ojos a la verdad.
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¡Que tenga buen día!