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¿Por casuaIidad esto será una confesión?
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-Sí.
-No, mi pequeño barquero deI VoIga.
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¿Has oIvidado eI primer mandamiento?
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No te quejes, no des expIicaciones.
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En eI pasado siempre funcionó,
no vioIemos Ia regIa.
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Por favor, no Iuzcas tan cuIpabIe. Si no...
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Swana, sóIo por esta vez,
debo pedirte que me escuches.
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Está bien.
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-Te escucho.
-Sé que odias Io obvio.
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Pero ¿te importaría si, por ahora,
no soy para nada sutiI?
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Sinceridad brutaI, si insistes.
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Hay cien maneras de encarar eI tema...
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pero siento que Io mejor es decirIo
en una frase senciIIa.
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Estoy enamorado, Swana.
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Creí que era aIgo grave.
¿Cómo puedes asustarme así?
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Debe ser grave.
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No hace mucho, habría considerado
taI decIaración infantiI...
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y típica de Ia cIase media.
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Ahora puedo decirIo sin titubear,
sin sonrojarme.
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Estoy enamorado, Swana.
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Pero, Leon,
parece que has sentado cabeza.
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-Me temo que así es, Swana.
-Siempre tarde.
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Siempre iguaI, Leon.
Ya sea que me IIeves a Ia ópera...
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o aI saIón de beIIeza, siempre IIegas tarde.
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En cuanto a tu reforma,
IIegaste tarde por cinco minutos.
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-¿Qué dices, Swana?
-Conociendo Ia eficiencia...
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deI servicio aéreo francés,
creo que puedo asegurar...
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que madame Yakushova
ha partido hacia Moscú.
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-¿Qué cosa?
-Se ha ido, Leon.
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-¿Esperas que te crea?
-Ahí tienes eI teIéfono.
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Si IIamas aI hoteI,
verás que no existe Ia cita de Ias 7:00.
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ImagínenIo. Por una vez en Ia vida,
estábamos en París...
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-y no fuimos a Ia Torre EiffeI.
-Así es.
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Me dijeron que en eI segundo piso
hay un restaurante maraviIIoso.