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No, operadora, la llamada terminó.
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Escúchame.
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No hay nada que me digas
que no haya escuchado ya.
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¿Segura? Quizá tenga otra opinión.
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Vengo de un mundo donde la mujer
debe salir victoriosa o le va muy mal.
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Dime lo que quieras.
¿Adónde nos lleva? Compromiso.
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¡Qué diablos! Una mujer está
comprometida desde el día que nace.
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No se puede comprometer
con el fracaso total.
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El no me quiere.
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-¿Cómo lo sabes?
-Esperé cada día a que me lo dijera.
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-¿Le escribiste?
-Claro que no.
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¿Cómo sabes
que no ha estado esperando también?
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Escucha, querida, ya he pasado por esto.
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También perdí a mi hombre.
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¿Tú?
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Sucedió sólo una vez. Me volví lista luego.
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¿Cómo lo perdí?
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No teníamos suficiente dinero
para casarnos y yo no...
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Tenía mi orgullo.
Quién sabe dónde lo obtuve.
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Me gustaba más que cualquier otro
que haya conocido después.
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Un día, mi Romeo se marchó.
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Armé un gran pleito. ¿Por qué no?
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Pero lo que no debí hacer fue escapar...
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...y dejarlo en las muletas de esa mujer,
como una cobarde.
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Eso es lo que es usted, Sra. Haines.
Es una completa cobarde.
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¿Por qué?
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¿Por no querer ser plato de segunda mesa?
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Porque escapaste de la trinchera
bajo fuego. Lo abandonaste.
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-¿Lo abandoné?
-Claro que sí.
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¿Crees que él quiere ser la presa
de ese pulpo pelirrojo?
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Si le hubieses dado la oportunidad,
él te habría pedido que no se divorciaran.
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Miriam, me lo pidió.
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-¿Aún así escapaste?
-Sí.
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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,
siete, ocho.