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EPIDEMIA DE ASESINATOS SACUDE
A LA CIUDAD
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HALLAN MUERTOS A LA NOVIA
Y EL AMIGO DE CANNON
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EN EL APARTAMENTO DE LA CANTANTE
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HUBO ARRESTOS
PERO EL ASESINO MISTERIOSO
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SIGUE SUELTO
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Registran sin éxito el mundo del hampa
en vano intento por descubrir al vengador
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¿Disfrutó su visita, Sr. Kingsley?
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Muchísimo. Gracias. ¿Me daría la cuenta?
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No, permíteme, George.
Acordamos que serías mi invitado.
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- ¿Sr. Kingsley?
- Sí. Soy yo.
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El Jefe de policía quiere verlo.
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- ¿Sí? Ni siquiera lo conozco.
- Se lo presentaremos.
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¿Qué querrá el Jefe de policía?
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No habrá ningún cargo
contra el profesor Kingsley.
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El Jefe le explicará todo.
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- ¿Quién es usted?
- Su médico.
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Se está recuperando
de una enfermedad muy grave.
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- Vamos.
- Si no les molesta, quisiera acompañarlo.
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Está bien. Vamos.
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- Espérennos en la estación.
- Sí, pero, George...
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No te preocupes. Las veremos ahí. Adiós.
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- Él es el Sr. Kingsley, Jefe.
- Y su médico.
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Tomen asiento, caballeros.
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Muchas gracias.
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Un taxista intentó cambiar esto en el banco.
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Las circunstancias fueron tan extrañas
que lo detuvimos para investigarlo.
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Mil...
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Mira, Ernest, un billete de $1.000.
De veras existen.
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El taxista dijo que usted le dio eso
como propina.
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El taxista...
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Es un gesto majestuoso. Me halaga...
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pero $1.000 son, para mí,
casi seis meses de sueldo.
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Hagan pasar al taxista.
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¿A qué se dedica, Sr. Kingsley?
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Soy profesor de Literatura Inglesa.
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Y, si me permite agregar,
me pagan muy mal.
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- Adelante.
- Tengo que salir de aquí.
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A mi mujer no le gustará nada
verme en la cárcel.
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¿Él es el hombre
que le dio el billete de $1.000?
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Mucho gusto.