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Te llamo desde el Mohican.
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Estoy bien, hemos tenido
un pequeño accidente.
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Te escribiré y te lo explicaré,
¿tienes instrucciones para mi?
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Sí, no abandones el trabajo.
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¿Lo has apuntado todo? Que salga ya.
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Aquí Londres. Esta noche tenemos
como invitado a un
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soldado de prensa, un soldado
del pequeño ejército
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de historiadores que escriben
la historia al pie del cañón.
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El corresponsal del Globe
de Nueva York, Huntley Haverstock.
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¡Hola América! Acabo de ver cómo
una parte del mundo estallaba,
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una parte tan bella como Ohio,
Virginia, California o Illinois
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ha sido castigada y sangra
como un ternero en el asador.
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He visto cosas al lado de las cuales
la historia del salvajismo parece
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un cuento de la abuelita.
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Es un bombardeo,
deberíamos aplazar la emisión.
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No, continuaremos hasta que podamos.
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Hay un refugio en el subterráneo.
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¿Qué dices, Carol?
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América te está escuchando.
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No puedo leerles el discurso que
tenía preparado porque se han
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apagado las luces, improvisaré.
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El ruido que oyen es
la muerte que cae sobre Londres.
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Pueden oír cómo caen las bombas
sobre las calles y las casas.
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Escuchen, es una noticia importante
y ustedes forman parte de ella.
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Es tarde para poder hacer algo salvo
quedarse sentado oyendo cómo caen.
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Es como si hubiesen apagado la luz
en todas partes menos en América.
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Mantenedlas encendidas,
protegedlas con acero,
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cercaos con armas, construid a su
alrededor un círculo de acorazados
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y bombarderos. ¡Escucha América!
¡Aférrate a tus luces!
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Son las únicas luces
que quedan en el mundo.