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El sendero serpenteaba
y se retorcía...
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y vi que había cambiado...
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la naturaleza recuperaba
su sitio...
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invadiéndolo con
sus tenaces dedos.
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El sendero se retorcía
más y más.
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Y al final estaba Manderley.
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Manderley, sigilosa...
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Sus muros seguían perfectos.
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La luz de la luna,
engañosa...
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me hizo ver luz
en las ventanas.
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Pero una nube
tapó la luna...
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como una mano sombría.
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La ilusión se fue con ella.
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Era un caparazón
abandonado...
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sin susurros del pasado.
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No podemos volver a Manderley...
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Pero yo vuelvo en sueños...
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a los extraños días,
que empezaron en el sur de Francia.
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¡ No lo haga!
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¿Por qué grita?