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Bueno, damita...
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puedo darte exactamente
una hora y media, nada más.
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¡Ah, no! Miss Hanson dijo dos horas.
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Gracias.
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- ¿Quieres?
- Gracias.
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Hoy eres mucho más amable.
No has mirado el reloj.
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- Déjame ver.
- No, te lo suplico. ¿Ni siquiera una hora?
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¿Una? Ya son tres.
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- Solías decir que odiabas los negocios.
- ¿Yo?
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Sabes que sí.
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Quisieras ponernos otra vez bien
y marcharte.
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Sí, era mi idea original.
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Salvar a la familia
y después escapar deprisa.
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- Pero como eres tan cuidadoso.
- Empecé a ver las cosas como son.
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Descubrí que los Rainier sostienen
millares de obreros.
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Cada familia, su casita,
por toda Inglaterra.
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Ya veo. Don Necesario.
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¿No sales nunca a divertirte un poco?
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Bueno, tú sabes, ya te dije que...
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La señora que usted sabe, Lady Maxton.
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Uno de los casos más interesantes...
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desde que tengo clínica particular.
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Bueno, hasta luego.
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Adiós, Lola, y no te olvides
de que comes conmigo el jueves.
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Adiós.
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¿Qué te pasa?
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Perdóname. No era nada.
Por un momento, esa voz...
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- ¿Te es familiar?
- No sé decir...
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pero creo que me trae el recuerdo
de algo que no he podido atrapar.
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Eso me pasa a veces.
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Algo en la memoria que se escapa
sin poder precisarlo.
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- ¿De esos tres años?
- Puede ser.
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Bien, ¿qué decías?
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Que necesitas descansar.
Eres bastante rico ya.
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- Pero no hay tiempo.
- ¡Oh! ¡Qué tonto!
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Puedes hacerlo. ¿Qué edad tienes?
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No te importa.