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Siento haberme despertado.
No sabía que estaba durmiendo.
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Tu casa era tan bonita.
- ¿Mi casa? - Sí.
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En América. De la que me hablaste.
Donde estuviste de niño.
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¿No hace así la escalera
al llegar arriba?
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¿Y ahí está la puerta de la habitación
de tu madre? Sí, así era.
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Tu madre estaba allí y tu abuelo,
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el que luchó en la guerra civil.
- Está muerto.
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Estaba allí, tal como
lo describiste. Me cayó muy bien.
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Y me encantó tu madre.
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Tenían en los brazos un niño
que era igual que mi Roberto.
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Cuando le pregunté de quién era,
me dijo: "Es tuyo, María."
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Por eso tenía que mirarte.
- Puede que no fuese un sueño.
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No, estuve allí,
era tan real como estar aquí ahora.
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¿No puedes esperar a que te lleve yo?
- Oh, Roberto,
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eso también es como un sueño,
un sueño maravilloso.
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Mi pelo te divierte porque es raro.
Pero cada día crece más.
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Y lo tendré largo y no estaré fea.
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Puede que me quieras mucho.
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Todo lo que me has dicho esta noche,
es... es como si
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ya me hubieras llevado
a Madrid y a América.
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Eso es sólo el principio.
Espera a que termine la guerra.
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¿Te gusto?
¿Me llevarás siempre contigo?
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A no ser que te me escapes.
- No, nunca me alejaré de ti.
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Te quise en cuanto te vi.
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Pero no te había visto antes.
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Ahora soy tu mujer.
Siempre seré tu mujer.
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¡Siempre!