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Hola, pequeña.
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-¿Hay alguien en la casa?
-Nadie, ¿por qué?
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-¿Y esa música?
-Viene de la calle.
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Igual que la primera vez.
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Hablamos de seguros
de automóviles.
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Tú pensabas en matar.
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Yo en la pulsera
de tu tobillo.
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¿Y ahora en qué piensas?
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Ya no pienso.
He venido a despedirme.
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¿Adiós? ¿A dónde vas?
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Eres tú quien se va. No yo.
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Yo me bajo en esta parada.
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Basta de tonterías
y habla claro.
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Te lo explico.
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Un amigo mío tiene
una teoría.
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Cuando dos cometen un asesinato,
es como si fueran en un tren.
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Una no puede bajar
sin la otra. Están unidos.
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Han de ir juntos hasta el
final del trayecto. El cementerio.
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-Puede que tenga razón.
-Así es.
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Dos irán hasta el final.
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Pero no seré yo uno de ellos.
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Tengo a otro para que viaje
en mi lugar.
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¿A qué te refieres?
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A un conocido.
Un tal Sachetti.
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Dime, nena, me cazaste porque
entiendo de seguros, ¿verdad?
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Me hubiérais eliminado nada
más tener el dinero.
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Nadie pensaba eliminarte.
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Es evidente.
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Estábais de acuerdo
desde el principio.
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-No es cierto.
-Me da exactamente igual.
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Keyes cree que el culpable
es Sachetti...
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...y le meterá en la cámara de gas
antes de que llegue a sospechar.
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-¿Y qué será de mí?
-No seas boba, nena.
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¿Tú qué crees?
Le ayudaste a cometer el crimen.