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Damas y caballeros,
si me permiten.
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Por los queridos soberanos
de nuestras dos grandes...
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Un momento, por favor.
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¡Lacayo!
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- Su Excelencia no tiene vino.
- ¿No?
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Creí que era vino blanco.
La copa debe estar agujereada.
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- Permítame, Su Excelencia.
- No. Estoy bailando y debo conducir.
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- Vamos, vamos, Su Excelencia.
- ¿De veras?
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Bien, haré un esfuerzo.
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Por los queridos soberanos
de nuestras dos grandes naciones:
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Felipe de España
y Luis de Francia.
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Que su sabiduría perdure...
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y la paz entre nosotros
sea duradera.
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¿Qué sucede, Su Excelencia?
¿No brinda por su rey?
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Algunos vinos me caen mal.
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Las fresas
me provocan sarpullido.
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Este vino no es de fresas.
Bébalo.
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¿No es de fresas?
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Quizás haya que endulzarlo.
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Le pondré un poco de azúcar.
Eso ayuda.
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Pues ahora...
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Está demasiado dulce.
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Hay que batirlo un poco.
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Mercurio.
Así está mejor.
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Ahora...
Brindemos.
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- ¿Sucede algo?
- Sí, acabo de recordar una cosa.
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Dejé el caballo estacionado
en doble fila. Estuvo divertido.
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Tenías razón, Mimí.
He sido un tonto.
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- Yo también, Beaucaire.
- Ah, Mimí.
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- Debemos irnos del palacio.
- De España.