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Así es.
Verás cuando lo conozcas.
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Cuéntame, ¿cómo es, Laury?
-Pues...
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Tiene los hombros así de anchos.
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El otro día me manejaba
como si fuera un junco.
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Es tranquilo.
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Pero parece de los que,
si te pasas, te saltan los dientes.
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¿A que es maravilloso?
-Y que lo digas.
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Yo nunca conocí a un hombre así.
Mis dos maridos parecían puerros.
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Como casi todos.
-Cuánta razón tiene.
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Si tienes uno así,
¿por qué sales con Danny?
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Para chinchar al nuevo.
Sabe que estoy loca por él.
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Y que me tiene bien pillada.
Así que tengo que preocuparlo.
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Es una lata, pero así
debo tratar a los hombres.
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¡Qué sangre fría!
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Yo diría que es
más bien pragmática.
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No queda cerveza.
-Te he dicho mil veces...
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Yo tengo mucha. Voy a traerla.
-Por favor, no se moleste.
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¿Está segura?
Vivo al lado, no tardo nada.
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No, gracias de todas formas.
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Probablemente no la vea
antes de irme, así que adiós.
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Adiós.
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Adiós, Sra. Brent.
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Adiós.
Y buena suerte con el nuevo.
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Gracias.
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Deberías engordar un poco, Laury.
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No hay por dónde agarrarte.
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Nadie ha tenido
problemas para eso.
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¡Hay que ver cómo eres,
Laury Palmer, de verdad!
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¡Hagan juego, señores,
hagan juego!
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Tengo un pálpito y apuesto rápido.
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No se echen atrás,
vamos, ¡a apostar!
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31 negro, gana el 31
y gana el negro.
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Vamos, sigan jugando así.
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¡Allá van los dados!
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¡Portaos bien, daditos!
-El ocho gana.
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Sale el siete.
Gana la banca.
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Cinco dólares.
-Gracias.
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¡Ya tira, ya salen
los dados de la suerte!