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Pregunten.
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Les dirán que José Rodríguez
conoce Acapulco como nadie.
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- No quiero un guía.
- Una chica difícll.
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¿Hay alguna que no lo sea?
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- ¿Y un blllete de lotería?
- No.
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Tengo anlllos y pendientes.
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Son de plata pura y jade.
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Estos.
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- Nunca llevo.
- Yo tampoco. Por favor.
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No, gracias.
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Me llamo Jeff Markham.
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Durante 1 0 días
sólo he hablado con vendedores.
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Si no hablo,
pienso...
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y ya soy demasiado mayor
para empezar a pensar.
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Podría ir al acantllado y mirar el mar
como un buen turista.
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Pero no tengo a nadie para
compartir la vista.
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Ocurre lo mismo con las iglesias,
la luna o un cuba libre.
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Nada vale la pena
si no se puede compartir.
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Quizá debería irse a casa.
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Quizá por eso estoy aquí.
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Siempre le queda José Rodríguez.
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Si está demasiado solo,
hay una cantina llamada Pablo.
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Tocan música americana
por un dólar.
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Beba bourbon y cierre los ojos.
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Es como un bar de la calle 56.
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Me pondré mis pendientes.
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A veces voy allí.
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Fui a poner un telegrama a Whit
diciéndole que ya la tenía.
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Estaba cerrado.
Era la hora de la siesta.
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Me alegré y pronto supe por qué.