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¡Un tambor! ¡Un tambor!
¡Llega Macbeth, el traidor!
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¡Salve, Macbeth! ¡Salve, señor de Glamis!
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¿Quiénes son éstas, que no parecen seres
de la tierra, aunque habiten en ella?
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¡Hablad, si es que podéis! ¿Quiénes sois?
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¡Salve! ¡Salve! ¡Salve! ¡Salve!
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¡Salve a vosotros!
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Salve, señor de Cawdor.
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Salve, Macbeth, a ti, que serás rey.
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Si podéis ver las semillas del tiempo y
podéis saber qué grano crecerá y cuál no...
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habladme a mí, que nada imploro, ni me
asusta vuestro favor o vuestro odio.
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¡Salve! ¡Salve! ¡Salve!
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- Eres menos que Macbeth...
- Aunque más grande.
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- No tan dichoso...
- Pero mucho más dichoso...
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Eres padre de reyes, aunque
no seas rey.
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¡Salve a vosotros, Macbeth y Banquo!
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¡Fuera!
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Quedaos, imperfectos oráculos, ¡decidme más!
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Soy señor de Glamis, ¿pero por
qué de Cawdor?
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El señor de Cawdor vive,
es un próspero caballero.
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Llegar a ser rey está tan lejos de los
imaginable como lo está ser Cawdor.
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Mi señor Macbeth.
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Caballeros.
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El rey ha recibido con gozo las nuevas
de tu triunfo, Macbeth.
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Cual gran hijo los correos llegaban
uno tras otro,
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portadores de elogios a
vuestra defensa del reino.
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En nombre de nuestro rey, te
damos las gracias.
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Y nos ordena que te
llamemos "señor de Cawdor. "
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¿Puede el diablo decir la verdad?
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Así pues, salve, noble señor,
porque lo sois.