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Me preguntaba por qué Belcebú
ladraba tanto.
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¿Belcebú? Los perros suelen
tener nombres simpáticos.
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Lo llamo Belcebú
porque es un perro malo.
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Es un placer conocer a alguien
a quien no le gusten todos los perros.
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- Me llamo Praetorius.
- ¿Dr. Praetorius?
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Es un placer.
Soy Arthur Higgins.
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Me alegra que Belcebú
no lo asustara...
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pero me sorprende
que se rindiera tan fácilmente.
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El Sr. Shunderson
es bueno con los perros.
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- Sr. Shunderson.
- ¿Cómo está?
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- ¿Quieren venir a sentarse?
- Gracias.
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No es ni mucho menos un desconocido
para mí, Dr. Praetorius.
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He oído hablar a mi hija Deborah
tanto sobre Ud.
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- ¿De veras?
- Qué suerte que fueran amigos...
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cuando tuvo ese pequeño
accidente ridículo.
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Sí, fue ridículo, ¿verdad?
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Sigo sin poder comprender
cómo una mujer puede...
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quemarse sin querer en el costado
con unas tenacillas para rizar el pelo.
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Bueno, no es raro que las mujeres...
sobre todo las alumnas...
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se ricen el pelo, coman, lean
y hablen por teléfono al mismo tiempo.
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Los resultados son
a menudo desastrosos.
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- Sí, me imagino que pudo ser peor.
- Mucho peor.
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Me encanta sentarme en el porche.
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- Si prefiere sentarse adentro...
- Esto es muy agradable.
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Yya veo que está bien protegido
para no tomar demasiado aire fresco.
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¿No cree en las ventajas
del aire fresco?
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No. Como tampoco creo que comer
pescado desarrolle el cerebro...
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o que las ostras aumenten la virilidad.
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Debe decírselo a Deborah.
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No hace más que pedirme
que salga de la casa.
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Es un hombre de ciencias inusual,
Dr. Praetorius.
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Y Ud. Un granjero inusual, Sr. Higgins.
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No soy granjero.
Ésta no es mi granja.
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- Pertenece a mi hermano.
- Ya veo.