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para discutir públicamente
los cargos en cuestión.
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Deben de ser bastante graves.
¿Qué cargos son?
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- No estoy autorizado a revelarlo.
- Pero sabe cuáles son.
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Desgraciadamente, sí.
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Debe de ser una gran carga
para Ud., profesor.
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Tener que cumplir con mi deber
en una profesión...
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fundada sobre un nivel tan alto
de honor...
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dignidad, sabiduría, ética...
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Sepa una cosa: Mi esposo no entrará
a escondidas en el despacho del rector...
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para limpiar su nombre en privado.
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Sacará esos rumores sucios y viles
al descubierto...
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y los desmentirá en público
donde Ud. los ha corrido.
1:10:35
Sra. Praetorius,
no está siendo objetiva.
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Estamos hablando de mi esposo,
no de un riñón.
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También se está precipitando.
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Los rumores no son necesariamente viles.
Depende del punto de vista de uno.
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Pues yo tengo un punto de vista
muy firme, profesor.
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Ya lo veo.
Bueno, debo irme.
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Admiro su coraje y su fe.
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La mayoría de las mujeres
sentirían cierta aprensión.
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- No están casadas con mi esposo.
- Cierto.
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Lo que hiciera,
lo hizo por una buena razón...
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aunque haya asesinado a alguien.
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Nunca he tenido motivos
para envidiar al Dr. Praetorius.
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¿Puedo decirle que Ud.
Me hace envidiarle?
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La Constitución de los EE. UU.
Le concede ese derecho.
1:11:25
¿Quiere acompañar al profesor
a la puerta, Sr. Shunderson? Ya se va.
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- Gracias por su hospitalidad.
- Venga cuando quiera.
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Dele esto al taumaturgo.