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La Sra. Kipfer tiene sus reglas.
No puedo y ya está.
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-Y aunque pudiera, no le gusta que...
-De acuerdo, mira.
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Si te sientes así, olvídalo, ¿vale?
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No tienes ningún derecho sobre mí.
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No eres mi marido.
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Aquí estás.
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Me impresiona su gusto,
pero necesitamos a Lorene.
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Hay muchos caballeros desatendidos.
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-Qué jaleo, ¿verdad?
-Sí.
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Casi como una convención política
en Filadelfia.
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¿ Vienes, Lorene?
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En un minuto.
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Lo siento.
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¿ Cómo crees que me siento yo?
A saber cuándo me dan otro permiso.
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Llevo esperando esto
como un niño espera la Navidad.
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Pero olvídalo.
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Lorene tiene trabajo que hacer,
Lorene lo siente.
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¡No me llames Lorene! ¡Me llamo Alma!
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-¿Alma?
-¡Sí, Alma Burke!
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¿Alma?
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La Sra. Kipfer sacó "Lorene"
de un anuncio de perfume.
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Pensó que sonaba francés.
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¿Eh, cómo te escapaste de la Sra. Kipfer?
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Le dije que estaba enferma.
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-Supongo que no se lo ha creído.
-Seguro que no.
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-¿ Qué quiere tomar?
-Una cola, por favor.
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Póngale una cola grande.
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Es genial que hayas venido.
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He tenido mucha suerte
de poder venir a la ciudad.
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El sargento me dejó.
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¿ Te siguen machacando?
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Holmes y los otros no me dejan en paz.
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-Debes de odiar el ejército.
-No, no odio el ejército.
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Pero mira lo que te está haciendo.
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Amo el ejército.
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Pero parece que no te corresponde.