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Los nazis buscaron
en los barracones, en los tejados,
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hasta en el baño del comandante,
pero no hallaron rastro.
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Luego, arrojaron
gases lacrimógenos en los barracones,
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por si acaso estaba escondido
en las vigas del techo.
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Luego,
nos tuvieron seis horas de pie fuera
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hasta que von Scherbach
salió a darnos su ultimátum.
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Si Dunbar no aparecía
la próxima madrugada,
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derribaría todos los barracones
sin dejar rastro.
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Y si teníamos que dormir en el barro,
no le importaba.
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No entendía cómo alguien
podía desaparecer de los barracones
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y seguir allí.
Pero ahí estaba Dunbar.
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Claro que estaba.
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A ver si lo entendemos bien.
Será difícil.
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Pero no hay
otro remedio.
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Uno de nosotros sacará
a Dunbar del campo esta noche.
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Extraeremos una placa de identificación
para ver a quién le toca.
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Los nazis cuentan con ello
y han puesto más guardas.
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Si alguno quiere echarse atrás,
que lo diga.
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Entonces,
estamos todos.