Vitelloni, I
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Sandrina...
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No digas eso.
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¿Me sigues queriendo Fausto?
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Sí.
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¿Querrás a nuestro hijo?
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Sandrina mía, Sandra, nuestro hijo.
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¿Entonces te quedas conmigo?
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Sí, sí.
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Entonces ven.
Vamos a casa.

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No, mejor no.
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Vamos a decírselo a papá.
Vamos.

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Y fue así como Fausto fue perdonado
y se puso a buscar trabajo de nuevo.

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Además la familia se ocupaba un poco
menos de él desde que nació el bebé.

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Un niño muy hermoso. Se parecía
a la madre, al padre, a las tías...

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...a los abuelos e incluso a Moraldo.
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Se parece a mi profesor de
matemáticas, parece un marciano.

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Sandra estaba feliz. Un día casi a
escondidas fue a ver a su suegro...

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...para que conociera a Moraldino.
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El café está en el fuego.
Moraldino, Moraldino. ¿Por qué...

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...estas tan gordito?
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Ayer dijo chus.
Sabe Dios lo que quería decir.

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¿Y Fausto ha encontrado trabajo?
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Sí. Creo que sí.
Es cuestión de unos días.

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Perdone, voy a vigilar el café.
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- No, no, ya voy yo
- ¿Me lo dejas tener en brazos?

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Sí, pero ten cuidado Mirellina
sujétalo para que no se caiga.

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- Chiquitín dale un beso a tu tía.
- Déjaselo un momento al abuelo.

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No papá tú no sabes tenerlo.
Así no se tiene.

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Esa no la sé.
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Y aquella es la más lejana
de todas, ¿verdad?

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Sí, se llama Sirio.

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