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Doncella Jean. Bienvenida. ¿Qué
te trae por aquí a estas horas?
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Preocupación por usted, Sire.
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Estuvo tan preocupado esta tarde, que pensé venir
a confortarlo, a aliviar las penas de Estado.
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¡No jales, idiota! Muy considerada,
querida. Aprovecharé la oferta.
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-¿Esta noche, tal vez?
-¿Por qué esperar?
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Soy muy diestra en cosas de belleza.
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Relevaría con placer a estos jóvenes,
para liberarlos a más importantes tareas.
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Muy amable de tu parte, pero...
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Pajes, estoy seguro que tendrán
asuntos importantes que atender...
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-¡Sire, tenemos que prepararlo para la ceremonia!
-Pero, querida...
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No puede imaginar lo que siento al tocar la
cabeza de quien se hace llamar rey de Inglaterra.
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¡El cual ES el rey de
Inglaterra! Y muy apuesto también.
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En su primer día de torneo. Está listo.
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-¿A dónde vas?
-Debo irme, Sire.
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-No, espera, querida.
-No, Ud. debe ir a la ceremonia.
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No hay apuro. No se puede empezar
antes que el bufón esté listo.
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-¿El bufón?
-¿No has oído? Lo armamos caballero, al pobre idiota.
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-¡Armarlo caballero!
-Sí. No imaginas por qué.
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-Para que pueda casarse con la princesa.
-Eso cree él, pero apenas armado caballero,
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-Griswold lo retará por la mano de mi hija.
-Combate mortal.
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Sí, ¿No es delicioso? Él no
osa rehusar, se baten en justa,
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y la lanza de Griswold atraviesa al
bufón, culminando un día glorioso.