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-Es generoso.
-Eso me lo dio otro hombre.
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¿Otro hombre?
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Un inglés. De hecho, era un duque.
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¡No me diga!
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Oh, sí, castillos y caballos y sabuesos.
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Pasamos la Navidad pasada en Suiza.
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Todo iba bien hasta que amenazó
con tirarse del Matterhorn.
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¿El duque?
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Oh, no. Esa fue otra persona.
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-¿Otra persona? ¿Quién?
-¿No cree que esas son cosas íntimas?
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Se da cuenta de que no le pregunto nada.
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Tiene toda la razón. Olvidemos el asunto.
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Claro, si debe saberlo,
él era un guía alpino.
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Muy fuerte, muy rubio,
con una edelweiss detrás de las orejas...
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...y tenía unas rodillas de lo más atractivas.
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-¿Rodillas?
-Usan esos pantalones cortos de cuero...
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...así que, naturalmente,
una cosa Ilevó a la otra.
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Naturalmente.
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Se enamoró perdidamente de mí.
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Quiso matarse cuando se enteró
de que nos íbamos.
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¿Se iban? ¿El duque y usted?
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No, el banquero y yo, de Bruselas.
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Sí que tuvo un año atareado, ¿no?
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Después de todo, Sr. Flannagan,
¿no pensaría que me sentaría a esperarlo?
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No, nada por el estilo.
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Es difícil de creer, una chica a su edad
y todos esos hombres...
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Si prefiere pensar que usted
es el único hombre de mi vida.
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¡No dije eso!
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O que pasé todo este tiempo
Ilorando por usted y aguantando...
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...y tragándome cosas
como esa chica de Venecia.
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Si pensara eso,
huiría de aquí como un conejo asustado.
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No se asuste, Sr. Flannagan.
No soy de ese tipo en absoluto.
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Conozco las reglas. Ama y huye.
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Todos felices, nadie sale herido...
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...funciona bien en todas partes.
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Muy bien dicho.