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Perdido en las cumbres nevadas de Cuba,
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un apuesto piloto de Aerolíneas Cubanas...
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Debe tener un nombre. ¿Cómo le llamamos?
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- Una vez conocí a un Saavedra.
- Demasiado literario.
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Pérez. El piloto Pérez.
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Algo cacofónico.
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Montez. Le llamaremos así. El piloto Montez.
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Recién entrado al servicio secreto británico.
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Montez miró hacia abajo. ¿Qué vio?
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Plataformas de hormigón,
piezas irreconocibles de máquinas gigantes.
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¿Un cohete lunar?
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- ¿Puedes prestármelo?
- No, no puedo.
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Lo necesito.
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- ¿Tendrá éxito tu libro?
- Eso espero.
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¿Me comprarás unas espuelas
para mi cumpleaños?
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Claro.
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¿Qué ha pasado?
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Cuando estábamos tomando algo,
pasó esto.
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- ¿Ha llamado a la policía?
- Según creo, ha sido la policía.
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Hace tres días, un hombre me llamó
y me pidió trabajar para él.
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Dije que no. Pero me amenazó.
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¿Qué quería que hiciera?
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No era un trabajo de médico.
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- ¿Se han llevado algo?
- Algunos papeles.
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- ¿Importantes?
- Todos tenemos un pasado.
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Usted y yo somos distintos a los cubanos.
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No tenemos un confesionario
en el que enterrar el pasado.
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Pero todo esto no es lo importante.
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Un sueño, lo sé.
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Fleming descubrió la penicilina
por puro accidente.