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dale el niño a ella y no lo mates.
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¡Divídelo! No será suyo ni mío.
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Llévate a tu hijo, madre.
No hay duda de que es tuyo.
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Que nuestro Señor y Dios Jehová
te bendiga y te colme de alabanzas.
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Preferías quedarte sin él
a consentir que sufriese.
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Llevaos de aquí a esta mujer
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y administradle un castigo acorde
con el perjurio que ha cometido.
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¡Miente, miente!
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¡No es justo! ¡El niño es mío!
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Por fin he visto un juicio de Salomón.
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Y tu sabiduría me asombra.
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Sea cual sea la sabiduría que pueda tener,
se me ha dado por el bien de mi pueblo.
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Te ruego que sigas enseñándome,
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para que pueda comprender aún mejor
las maravillas de tu entendimiento.
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Eso me permitirá ser una gobernante
más apropiada y sabia para mi pueblo.
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La verdadera sabiduría es la capacidad
para diferenciar la verdad de la mentira.
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¿No es increíble que hace cuatro años
todo esto fuese un desierto estéril?
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Sentirás un enorme placer
por haber logrado tanto.
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Es un placer hacer florecer un desierto
canalizando el agua de las montañas.
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Has convertido esto en un paraíso.