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- ¿ Qué te alarma, mi señor?
- No es alarma, sino esperanza,
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como una luz entre las tinieblas.
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Como si Dios hubiese venido
para enseñarme el camino.
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¿ Sí?
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- Nuestros hombres regresan.
- Por allí también.
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Y por allí.
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Se acercan a nosotros a cientos.
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Ponedlos a bruñir sus escudos.
Quiero que brillen como espejos.