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Sabía que podríamos trabajar juntos.
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Espero que no tenga dudas
sobre quién es aquí el jefe.
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¿El jefe?
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El jefe es Dios. Yo sólo soy su mensajero.
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Seguro que Dios se sentirá aliviado.
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- Déjame los asuntos monetarios.
- Tienen una garantía, ¿y nosotros?
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- ¿Para qué hace falta dinero?
- Orden.
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Si no nos da una garantía,
lo que pide es imposible.
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Correcto.
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Como presidente, quiero la obra,
pero somos pastores, no financieros.
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- Eso. 30.000 dólares...
- Se recaudarán.
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- ¿Cómo?
- Gracias a gente decente y respetable
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- que desea la antigua reli...
- Tiene razón.
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- Permíteme acabar.
- No faltaba más.
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- Gracias, Charlie.
- Está bien.
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Todos saben que yo contribuyo
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más que nadie a la beneficencia
y otros actos de caridad.
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¿O es que mi inmobiliaria
no les ha cedido sin cargos una parcela
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para el equipo de la parroquia?
¡Y eso que ni siquiera soy metodista!
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Está bien. Siempre digo que los negocios
son los negocios. Así se hace en América.
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- Amigos, si quieren...
- ¿Por qué quiere que vengamos?
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Sé adónde quieres llegar, Phil.
No me engañas ni por un segundo.
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- Somos conscientes de los problemas.
- ¿Lo somos, señor?
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- No se pinta mi iglesia hace años.
- ¿De quién es la culpa?
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¿Qué me dicen del gimnasio?
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En mi suburbio, el problema
es la leche para los niños.
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Su problema
es que las iglesias están vacías.
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Eso es un hecho.
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El hecho es que cada vez
acude menos gente a misa.
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La hermana Falconer puede llenarlas.
Ésa es la razón por la que están aquí.
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¿Té?
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- Si enfermas, llama al médico.
- Estoy de acuerdo.
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Miremos los números, caballeros.
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La hermana Sharon estuvo
en Lincoln durante cinco semanas.
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275 parroquianos nuevos,