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Unos viejos amigos.
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El señor oficial está al mando
de la batería antiaérea.
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¡Michele! ¡Michelino!
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Cesira, una amiga de casa.
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- Siéntese.
- Servíos.
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Servíos.
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¿Puede saberse, señor abogado,
de dónde ha salido este pan?
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Nos lo ha regalado un soldado
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y nosotros se lo regalamos a usted.
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Ya sabe, en tiempos de guerra...
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- Un cambio, en una palabra.
- Un cambio.
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Está prohibido.
¿Qué soldado es ese?
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- Voy a hacer café.
- Le echo una mano.
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- No, no, coma, coma.
- No, yo la ayudo.
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Michelino, cómete un dulce.
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¿Y usted qué hace?
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Soy licenciado.
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¿En qué?
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Filosofía y Letras.
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Yo estudié Filosofía
en la ciudad de Roma.
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Entonces comprenderá por qué
los italianos relacionamos
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todo lo que sucede
con la Filosofía.
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No, no lo entiendo.
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No entiendo muchas cosas de ustedes.
Y menos, la diferencia de clases.
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Aquí usted tiene de todo,
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y sus campesinos nada.
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No crea que comemos esto
todos los días.
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Mi madre lo ha cocinado
para usted.
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Ayer fui a dar un paseo por el campo.
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Como los negros,
viven como los negros.
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Usted no los conoce,
nadie les obliga.
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- Son ellos los que...
- Ustedes son la cabeza de Italia.
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La culpa es suya, abogado.
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No puede comprarme con un banquete.
Digo siempre la verdad.
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La verdad...
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¡Madre mía, madre mía!
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Es mejor tenerle contento.
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Viene todos los sábados.
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¿Por qué no le pone veneno
en la menestra?