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Todo lo que vemos
salió de nuestras mentes.
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El arroyo del bosque de Svend,
el manzano...
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algo, alguien los hizo realidad.
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¿Pero quién?
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Algún poder o algún ser extraterrestre
que no comprendemos.
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El muchacho está bien.
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Es raro.
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El brazo se le curó por completo.
Debería habérsele salido.
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No lo entiendo.
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Hay muchas cosas que no entendemos.
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Pero me alegra que Karl esté bien.
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¿No es muy agradable
estar aquí, comandante?
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Se parece a un lugar hermoso
en la lsla Esmeralda.
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Llena de duendes uranianos.
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Muchacho, uno no debería reírse
de los duendes.
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¿No es así, comandante?
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¿ O la gente de ciudad como usted
no cree en esas cosas?
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Claro que sí.
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A decir verdad, no soy de ciudad...
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me crié en un pueblo pequeño en Scone.
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Había casas blancas
y establos con techos de paja.
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Y teníamos nuestros duendecitos
en Navidad, Barry.
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Los yuletontes.
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Les dejábamos budín de arroz
la víspera de Navidad.
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Siempre desaparecía a la mañana siguiente.
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Había dos abedules preciosos
en la entrada de nuestra casa.
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Y yo veía el viejo molino de viento
desde mi habitación.
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Y en el día de Santa Lucía,
la niña más bella del pueblo...
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traía sus pastelitos especiales.
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Recuerdo a una niña. Se llamaba Ingrid.
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Parecía una reina.
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Una diosa.
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¿ Qué sucede?
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Don, Barry, busquen sus armas.
Svend, a la nave.