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Cómo me gusta oír
el canto de los grillos.
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- No son grillos, son chicharras.
- ¡Ahí, sí! Tienes razón.
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¿Y eso qué es?
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Es un jilguero.
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¿Y aquel otro que pía, qué es?
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Una perdiz.
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¿Cómo puedes distinguirlos
tan bien, Ettore?
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Ahora casi no los distingo.
Antes iba siempre a buscar nidos.
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Donde yo vivía había muchos,
los mataba con el tirador.
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Claro, es que estabas entre paletos.
Pero dime, ¿iba a verte tu madre?
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¿Y a mí qué me importa mi madre?
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Es una mujer muy guapa, tu madre.
Aún tiene el pelo negro.
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¿Cuántos años tiene?
- Unos cuarenta y tres.
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¿Has estado alguna vez
con una mujer, Ettore?
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¿Entonces no sabes
cómo estamos hechas las mujeres?
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- ¿Cómo estáis hechas?
- Sí tú supieras.
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¿A dónde vamos por aquí,
a América?
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¿Estás ansioso?
¿Te late el corazón?
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Seguro que te late el corazón.
- Estate quieta.
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Vamos allá arriba.
Mira, detrás de aquello.
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Yo voy siempre allí,
es muy bonito.
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¿Escuchas, Ettore?
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A ese también lo conozco yo,
es un grajo.