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¡Socorro!
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- ¿Qué ha pasado?
- La maldita barra.
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Nunca llegué a arreglarla.
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Supongo que no tenía pensado...
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- ¿Qué?
- Nada.
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Quédate en tierra, poca cosa.
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¿También quieres que baje las cortinas?
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Si quieres bajarlas, bájalas.
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- ¿Qué es lo que te come?
- Un plátano.
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- ¿Qué?
- Un plátano. ¿Quieres un mordisco?
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- No. Te pregunto que qué te come a ti.
- Ah, ¿a mí?
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- ¿Qué te come a ti?
- Yo he preguntado antes.
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- Querer saber lo que te reconcome a ti.
- Ya veo.
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A mí me reconcome
querer saber lo que te reconcome a ti.
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Supongo que eso
pone fin a la investigación.
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¿Y los ángulos? ¿También los quieres?
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- ¿Eh?
- Yo no quiero ni una maldita cosa.
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- Si tú los quieres.
- Está bien, ¿los queremos?
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- Claro, cuestan dinero.
- Diez centavos. Cogeré el destornillador.
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- Entonces, no.
- Cielo, escucha.
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Sólo pregunto que si realmente
necesitamos tanta chatarra.
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¿Cómo que chatarra? Todo está bien.
47 centavos el metro, rebajada.
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- Puedo sacar 11 cosas de aquí.
- Dime diez.
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Dejémoslo, ¿vamos a cenar a algún sitio?
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- Pareces cansada.
- No estoy cansada.