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Señor Embajador, ¿entendió...
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que debe quedarse justo donde está?
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Sí, Sr. presidente.
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Tiene que atacar.
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¿Ésta es su propuesta?
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¿Sacrificar un estadounidense
por cinco millones de rusos?
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¡No, no, escúcheme!
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Ordené el despegue de un bombardero
Vindicator de Washington.
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En unos minutos, estará volando
sobre la ciudad de Nueva York.
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Lleva dos bombas de 20 megatones.
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En cuanto yo sepa
que Moscú ha sido bombardeada...
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le ordenaré a ese avión
que arroje sus bombas.
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Usará el edificio Empire State
como punto de impacto.
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Cuando oigamos que el teléfono
del Sr. Lentov se derrite...
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usted sabrá que él ha muerto...
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y junto con él, Nueva York.
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Santa madre de Dios.
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No.
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No puede hacerlo.
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¿Qué otra cosa puede hacer?
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No se me ocurre otra salida,
señor presidente, a menos--
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a menos que sienta
que con el ofrecimiento basta.
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Que nuestras intenciones basten.
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¿Cree que es suficiente?
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Si hubiera bombarderos rusos
volando hacia Nueva York...
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¿aceptaría sólo mis buenas intenciones?
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No.
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Creo que fue un accidente.
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Pero también creo que su medida...
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es la única salida.
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Le pido que crea
que desearía que no fuera así.
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Sí.
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Ojalá que no tenga que tomar
esa medida.