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Bueno, Srta. Simpson,
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se equivoca.
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Gabby es
el personaje más fiable, tenaz
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e inconfundible,
por muy mal que se le caracterice,
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de toda la literatura popular.
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La prostituta
con corazón de oro.
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Bueno, no.
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No lo es.
Es Frankenstein.
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Alguien que crea o rehace
a otro ser humano
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y se enamora de él,
o éste le destruye.
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Una de dos.
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De ahí su flexibilidad.
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Srta. Simpson,
¿se ha fijado
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que Frankenstein y My Fair Lady
son la misma historia?
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Una tiene un final feliz
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y la otra no.
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Piénsalo un momento.
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Hueles fenomenal.
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Es el aceite de baño
que puse en la bañera.
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Sólo unas gotas,
claro está.
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De lo que estoy muy agradecido.
Por nosotros dos.
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Ahem. Y ahora, erm,
¿dónde estábamos?
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¡Bang, bang, bang!
Ahí estábamos.
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O al menos, tú.
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Ella tenía una pistola
y él se estaba acercando a ella.
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Yo no veo en qué son iguales
Frankenstein y My Fair Lady.
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Bueno, sí.
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El Profesor Higgins creó Eliza
y el Dr. Frankenstein el monstruo.
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Sí, claro.
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Pero no se lo digas a nadie.
Lo estoy dejando para el libro
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sobre el arte
de redactar guiones.
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Bueno, sí...
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La ha perseguido por la selva, y eso.
Bla, bla, bla.
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Pasando por la bañera.
Si te imaginas una película mía
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sin una bañera, estás loca.
Y entra en el dormitorio.