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Para los burgueses, los aliados
luchaban contra Alemania.
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Para los bolcheviques, era
una lucha entre clases altas.
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Y daba igual
si ganaban unos u otros.
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El partido me ordenô alistarme.
Y lo hice llamândome Petrov.
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Toda Europa clamaba
por la victoria...
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...y rogaba por ella
al mismo Dios.
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Mi tarea, la tarea del partido,
era organizar la derrota.
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De donde surgiría
la Revoluciôn.
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Y la Revoluciôn
sería nuestra victoria.
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El partido
reclutaba campesinos.
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Muchos estrenaban
su primer par de botas.
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Cuando las gastaran,
empezarían a escuchar.
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Mâs tarde, pude reclutar
tres batallones del frente.
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Fue mi mejor trabajo.
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Por ahora, nada podía hacerse.
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Había demasiados voluntarios
como yo. Todo era pura histeria.
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Pero algunos tenían buenos motivos,
veían el momento crítico...
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...y querían luchar.
Se desperdiciaron.
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Tambiên había hombres
infelices en el trabajo.
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Infelices con sus mujeres.
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Inseguros de sí mismos.
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Los felices no van voluntarios.
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Esperan a ser llamados, y
se alegran si pueden aplazarlo.
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Los que regresaban a casa sin
un brazo, un ojo o una pierna...
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...eran los afortunados.
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Incluso el camarada Lenin
subestimô...
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...el tormento de
aquel frente de 1.500 Km...
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...y nuestra capacidad
de sufrimiento.