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Bienvenido, señor Alfonso.
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¿Cómo sabéis quién soy?
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Nuestro campamento se mueve
de un lugar a otro,
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y mis hijas mantienen abiertos
los ojos y los oídos.
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Un lugar encantado.
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La gente de la Sierra teme acercarse.
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No tengo razón alguna
para decirles que están equivocados.
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Sería mejor que la mayoría
de mi comitiva se quedase fuera.
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Señor Avadoro,
en vuestra vida errante
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debéis encontraros envueltos
en extrañas aventuras.
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Así es.
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Entonces contadnos,
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y el Señor Velázquez nos enseñará
a la experiencia de la poesía
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sin la ayuda de los fantasmas.
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No sucumbiré a los fantasmas,
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pero temo vuestro poder mágico, señora.
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Me parece que
de un extremo al otro del mundo
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las historias de amor
son todas iguales.
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Creo que disfrutaréis escuchando
mis aventuras de juventud.
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Algunas son sorprendentes,
podría incluso llamarlas milagrosas.
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Cada vez que vuelvo a aquellos
lejanos tiempos de mi vida,
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oigo el ruido de variadas pasiones
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junto con el rugido de las tormentas.