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Tú eres Suárez, y eso es todo.
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Y también te prohíbo que
uses la espada.
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Esa costumbre trae más
descrédito que beneficios.
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Por último, pero no menos importante:
bajo ninguna circunstancia
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podrás entablar relación alguna
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con la casa de el banquero, Moro.
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Moro.
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Y te diré la razón.
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Aunque estoy emparentado con
los mejores banqueros de España,
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viendo lo bien que estáis
comerciando los filipinos,
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os daré un depósito de un millón
para formar una sociedad limitada.
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Me siento honrado.
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Trataré de doblar vuestro depósito
tan pronto como me sea posible.
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No necesitáis daros prisa, señor.
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En qué hora no me di prisa.
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Soy Moro, el banquero real, como bien sabéis.
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Mi pariente, el Señor Livárdez, ha fallecido.
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Entre sus cuentas, se haya vuestro
cheque por valor de un millón.
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¿Me haríais el favor de
devolver el capital?
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He tomado posesión
legalmente de su hacienda.
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El millón estaba invertido.
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Se doblará en el futuro,
puede que incluso...
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Lo siento mucho.