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No dudo que los Comunes, aquí reunidos,
sancionarán pronto esta ley.
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Pues se refiere al nuevo título del rey
y a su matrimonio con la reina Ana.
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Ambas cosas del agrado de un súbdito leal.
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Veréis, señores,
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hay entre nosotros
cierto número de traidores...
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cuya falsedad el rey ya no tolera.
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Y nosotros, sus fieles cazadores, debemos
sacar a esos zorros astutos de su guarida.
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¿Padre?
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¡Margaret!
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No pude conseguir un bote.
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¿Qué ocurre, Meg?
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Padre, el parlamento ha propuesto
una nueva ley.
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Según ella, van a solicitar un juramento...
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sobre el matrimonio.
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¿De qué se acusará al que no jure?
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- De alta traición.
- ¿Cuál es la fórmula?
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¿Importan las palabras?
Sabemos lo que significa.
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Dime las palabras.
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Un juramento consta de palabras.
Quizá se pueda hacer.
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¿Hacerlo?
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Y si es posible, tú también debes hacerlo.
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¡No!
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Escucha, Meg. Dios hizo a los ángeles
para revelar su esplendor.
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A los animales por su inocencia,
a las plantas por su sencillez.
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Pero al hombre lo creó para que
inteligentemente le sirviera con su razón.
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Si permite que nos enfrentemos
a una situación sin salida,
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entonces debemos servirnos
como podamos del ingenio.
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Sólo entonces podremos clamar como
campeones, si tenemos fuerzas para ello.
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Pero es privilegio de Dios, no nuestro,
situarnos en tal postura.