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En Damasco, en Amán, en El Cairo,
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dicen que Los judíos
destruirán nuestra tierra
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y violarán a nuestras mujeres.
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Debería enviar a todos mis hombres
al ejército del gran muftí.
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- ¿Qué me respondéis?
- Utiliza los ojos.
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Los judíos no destrozan tu tierra.
Por primera vez, el desierto florece.
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¿Violar a vuestras mujeres?
Ni siquiera les gustan.
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Eso no quiere decir nada. Ni siquiera
les gustan sus propias mujeres.
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Escucha.
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Durante 50 años,
hemos convivido sin odiarnos.
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- ¿Por qué una guerra santa ahora?
- Te diré por qué.
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El gran muftí y Los Husseinis
han visto la oportunidad
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de obtener dinero, poder y tierra.
Luchan para ver quién se lleva más.
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- Eso es cierto.
- Habrá algo para mí.
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No te dejarán ni un camello.
Ya Los conoces.
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Lucharás por ellos,
pero, cuando se acabe,
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estarás peor que antes, si no muerto.
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No siento gran aprecio
por la familia Husseini.
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Te apoyaré con todos mis hombres,
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si antes puedes probar
que eres tan fuerte como tu padre.
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- Porque sé que ganarás.
- ¿Por qué voy a creerte?
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Yo también necesito una prueba.
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Espera un momento.
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Al otro lado de la frontera,
junto a Mishmar Hayarden,
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Los sirios reúnen un arsenal
para un ataque la próxima semana.
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800 rifles.
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21 morteros, 50 mm.
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Gasolina, cuatro tanques de 2.000 litros.
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Tres cañones de 75 mm.
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Eso es todo. Ahora, vuestra prueba.
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Destruiremos el arsenal.
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- Estás arriesgando a mis hombres.
- No queda más remedio.