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Dios mío, esta mujer no está en sus
cinco.
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Sus palabras son tan crueles que
hacen llorar a las piedras.
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Eso no se puede decir ni de la criatura
de tu peor enemigo.
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¡Y usted lo dice de su propia criatura!
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¿Dónde tienes el samovar? ¡Voy a traerlo!
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Se ha vuelto loca,
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¡quiere llevar a cuestas esa locomotora
en su estado!
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De seguro que pesa unos 50 kilos.
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Pase, señora Vavílova.
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Siéntese en esta silla, aquella tiene
una pata floja.
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Yo tengo mi azúcar, de la ración
militar.
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Mis niños causan aflicciones y desvelos.
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Pero todos ellos están vivos
y ninguno morirá.
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Señora Vavílova,
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¿Acaso se puede andar descalza
en su estado?