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Y el doctor Balabán
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nos cobra por cada visita 10 libras de harina.
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¡Por cada visita!
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Por Dios, señora Vavílova,
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cuando el recién nacido se sofoca de
mucho gritar y se pone azul,
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el corazón de uno se paraliza de miedo,
de que él se esté muriendo.
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O cuando le comienza una diarrea...
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¿Sabe usted cuantos pañales hacen
falta entonces?
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¿O cuando tiene prurito? Pruebe entonces
a no echarle talco.
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¡Y cómo llora cuando le empiezan
a salir los dientes...!
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Al fin llega el día, en que la cucharita
comienza a tintinear en su boca.
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¡Tilín, tilín!
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¿Piensa usted que parir niños
es tan fácil como combatir en la guerra?
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No es así, señora Vavílova,
no es tan fácil.
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¡Yefim!
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¿Por qué te mantienes parado detrás de
la cortina, si puedes entrar?
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Buenas noches!
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¡Sabes qué! La señora Vavílova
está embarazada.
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¿Qué puedo hacer?
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La caballería roja ha encontrado tiempo
y lugar para dar a luz.
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Las caderas...
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138 cm.
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Mejor lo hacemos con 145 cm.
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Tiene caderas, como cualquier
otras caderas.
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No, aquí tenemos las caderas.
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No se turbe, porque las caderas
lo son todo para las mujeres.
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Yefim.
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A la señora no le importa
lo que piensas de ella.