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Ordené que te trajeran un saco de harina,
otro de azúcar y tocino.
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Los traerán en un coche de dos ruedas.
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Despidámonos.
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Adiós, Vavílova.
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Escríbanos, Vavílova.
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Le pedimos mil perdones, señora,
pero lo hemos oído todo.
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Los compañeros comandantes dijeron que
en Chudnov están los blancos.
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- O sea, a unas 40 verstas de aquí.
- ¿De qué hablar?
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Mañana ellos vendrán para acá.
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En Fástov es tan grande la caballería,
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que por el relincho de los caballos
no se oyen las voces humanas.
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María.
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¿Piensa usted que yo temo?
¡No temo a nada!
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Simplemente, quiero decir que los polacos,
los austriacos, los blancos...
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usted puede quedarse aquí.
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A usted le traerán tanta comida, que
nos alcanzará a todos.
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No puedo quedarme,
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pues algún canalla puede delatarlos
y ustedes serán liquidados.
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Ustedes tienen hijos.
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Nosotros tenemos hijos
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y usted tiene un hijo.
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Y no hay que tratar de asustarme.
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En cuanto nací me empezaron a asustar.
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Viva aquí cuanto quiera
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y que pase lo que tenga que pasar.
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Y punto.