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¿Qué dice mi segunda hija,
mi muy querida Regan,
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esposa de Cornwall?
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Yo soy del mismo metal que
mi hermana
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y no me tengo en menos:
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en el fondo de mi alma
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veo que ha expresado la medida
de mi amor.
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Pero se ha quedado corta,
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pues tan sólo me siento venturosa al
adorar a vuestra amada majestad.
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Adorar a vuestra amada majestad.
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Quede para ti y los tuyos en herencia
perpetua
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este magno tercio de mi hermoso reino.
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Entonces, ¡pobre de mí!
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Aunque, no soy pobre,
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mi cariño pesará más que mi lengua.
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Y ahora, tú, alegría de mis canas,
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¿qué dirás por un tercio aún más
opulento que el de tus hermanas?
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Nada, señor.
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¿Nada?
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Nada.
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De nada no sale nada.
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Pues, explícate.
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Triste de mí, que no sé poner
el corazón en los labios.
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Amo a Vuestra Majestad según
mi obligación,