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¡Soplad, vientos, y rajaos vos mejillas!
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¡Romped, turbiones y diluvios!
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Y tú, trueno estremecedor, ¡aplasta
la espesa redondez de la tierra!
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Volvamos, abuelo, y pídeles a tus hijas
que perdonen tus pecados.
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Una noche así no perdona ni a bobo
ni a listo.
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Ni lluvia, viento, trueno, ni rayo
son mis hijas.
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De ingratitud no os acuso, elementos:
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yo nunca os di un reino,
jamás os llamé hijos.
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No me debéis obediencia.
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¡Arrojad vuestro horrendo placer:
aquí está vuestro esclavo!
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¡Pero, me he equivocado!
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Vos no os mantenéis a un lado.
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No, genios destructores,
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sois aliados serviles de
mis dos hijas perversas.
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¡Qué infamia! ¡Qué infamia!
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Quien tiene una casa
donde meter la cabeza,
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sin dudas tiene una buena sesera.
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Si andas con los pies cubiertos
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y al aire libre la cabeza,
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te llenarán de piojos los senderos,
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esa vagabunda riqueza.