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De madera de tzité se hizo
la carne del hombre,
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pero cuando la mujer fue labrada por
la Creadora y el Formador,
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se hizo de espadaña la carne de la mujer.
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Pero no pensaban,
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no hablaban con su
Creadora, su Formador,
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que los habían hecho,
que los habían creado.
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Y por esta razón fueron muertos,
fueron anegados.
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Y por este motivo se obscureció
la faz de la tierra
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y comenzó una lluvia negra,
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una lluvia de día, una lluvia de noche.
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Llegaron entonces los animales
pequeños, los animales grandes,
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y los palos y las piedras les
golpearon las caras.
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Desesperados querían subirse
sobre las casas
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y las casas se caían y los
arrojaban al suelo;
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querían entrar a las cavernas
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y las cavernas se cerraban ante ellos.
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Así fue la ruina de los hombres
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que habían sido creados y formados,
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de los hombres hechos para ser
destruidos y aniquilados:
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a todos les fueron destrozadas las bocas
y las caras.