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Dales un baño caliente. Vamos.
Rápido, ve calentando el agua.
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¡Tengo el culo congelado!
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Por eso cuentan los chicos
que eres frígida, querida.
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Nos dijiste que aquí habría una casa.
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Cálmate. Estoy construyendo
un maldito palacio para vosotras.
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Ahora mismo os voy a dar un baño.
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Yo no me follo a ningún chino.
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¡Callad! ¿Cuándo un amarillo se ha follado
a una china habiendo una blanca?
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Basta de quejas u os arranco los ojos.
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Caray, cómo se quejan.
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Dijiste en tu carta que había una casa aquí.
¿A esto lo llamas casa?
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- ¡Le has robado esto a Christine!
- Tienes toda la razón.
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- ¡Me costó 13 dólares!
- ¡Calla, Eunice!
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Os pasáis el rato quejándoos.
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- Un dólar para ti, Jack.
- Lo veo.
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¿Sabes lo que he oído?
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Que una de las chicas que iban a traer
era una auténtica princesa china.
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¿Es cierto lo que dicen
de las chicas chinas?
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- Gilipolleces. Se les caen las piernas.
- Sí, hombre. Es cierto.
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Sus ojos, la inclinación de sus ojos,
el modo como se inclinan a los lados.
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Lo mismo pasa
con las demás partes de sus cuerpos.
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Un amigo mío, Amos Lindville,
en Sacramento, California,
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gastó una vez 5 $ para echar un vistazo
y dijo que era verdad.
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Un tipo como Lindville no se va a gastar
5 $ por algo que no sea cierto.