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Palabras, Bernardo.
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Hubo un tiempo
en el que yo creía en las palabras.
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Durante los meses que pasamos
en prisión hablamos mucho de ti.
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Creíamos que habías muerto.
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Cuando nos soltaron,
decidí ir a las Cruzadas.
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Fui a Jerusalén,
donde supe que estabas vivo.
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Pero me sorprendió lo que me dijeron:
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Que habías abandonado la vida
que tanto habías amado,
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que buscabas un aliciente,
un significado. Estabas en lo cierto.
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Yo también lo he intentado,
pero he fracasado.
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Sí. Es muy fáciI culpar
a las Cruzadas de este vacío,
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de esta insatisfacción que siento.
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El horror de la guerra, la destrucción
de nuestros ideales forma parte de ello,
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pero hay algo más.
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Me siento ahogado por mi pasado,
por la educación que me dieron.
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Todo eso ya no significa nada para mí.
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Tú sabes mejor que nadie
que no puedo vivir sin un ideal.
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Tal vez esté equivocado. Tendría
que ser más cínico y olvidar los ideales.
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Por eso pensé
que debía venir a hablar contigo.
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- ¿ Qué te pasa?
- Ésta sería una gran piedra angular.
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Fuerte...
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...y verdadera.
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¿ De dónde las has sacado?
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¿ De una cantera cercana?
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Sí, no está lejos.
Puedo llevarte si quieres.