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Bernardo, escucha.
Pablo quiere hablarte.
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Quieren que entregues
las llaves de la ciudad al Emperador.
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Es un gran honor.
:59:25
Eres el único que puede poner paz
entre el gobernador y el obispo.
:59:30
¿ Me estás escuchando?
¡ Bernardo, debes volver!
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- Se trata del Emperador.
- No.
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No tengo nada que decirle
a un Emperador que mata inocentes.
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No, hay muchas cosas
que se lo podrían decir.
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Incluso Francisco
está de acuerdo conmigo.
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- ¿ Qué puedo decirle al Emperador?
- Bueno... ¿qué puedes decirle?
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Puedes decirle
que arroje su cetro al barro.
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O que tire sus joyas al río.
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Así verá el resplandor de algunos
colores nuevos entre los guijarros.
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Puedes decirle: ''Otto de Brunswick,
deja que los pájaros aniden en tu corona
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y que los vientos del cielo
soplen en tus palacios.
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¿ De qué te sirve la vida
si tus riquezas no apaciguan tu espíritu
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y tu pueblo se muere de hambre? ''.
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- Eso se le puede decir.
- ¡ No le hagas caso!
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¡Si vas a decir eso,
será mejor que te quedes aquí!
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- ¡Os quemarán a los dos en la hoguera!
- Deja de quejarte.
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Piensa que tal vez Francisco y Bernardo
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están más cerca de los evangelios
que tú y tu amigo el abogado.
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¡ Fuiste uno
de los que más se rió de Francisco!
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Es cierto, pero siempre me río
cuando no entiendo algo.
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- ¡Tienes una canica por cerebro!
- Entiendo vuestro dilema.