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Y yo que siempre creí que era noble
de corazón.
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Siempre me sentía tan pequeña a su
lado.
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Y ahora sé que es él.
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Él es el que es pequeño.
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Y como es pequeño, es cruel.
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Todo lo que es pequeño es cruel.
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Y eso se lo ha enseñado a la niña.
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Siempre fue un maestro.
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Así le llamaba Crampas,
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de manera burlona, pero tenía razón.
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"Claro, si me dejan".
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Ya no hace falta que te dejen.
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Ya no os quiero.
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Os odio,
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incluso a mi propia hija.
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Lo que es demasiado, es demasiado.
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Era un arribista,
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sólo eso.
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Honor, honor, honor...
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Y mata al pobre chico, del que ni
siquiera estaba enamorada.
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Eso fue una estupidez,
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y después sangre...
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y muerte.
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Y yo la culpable.
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Y ahora me manda a la niña,
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porque no puede negarle a una dama
una petición.
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Pero antes de enviármela la adiestra
como a un papagayo,
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enseñándole a decir "si me dejan".
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Me repugna lo que hice,
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¡pero más me repugna vuestra virtud!
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¡Fuera de mi vida!
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¡Tengo que vivir!