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¿Buscas la cabeza, monstruo?
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Se ha ido. Ha emprendido su viaje
interminable de un vórtice a otro.
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Dando vueltas sin parar,
como yo y el pan, hasta la eternidad.
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- ¿Le castigarán por eso?
- Por supuesto.
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Pero no tenéis policías ni exterminadores.
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Pero lo discutimos hasta la saciedad.
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Hasta las más mínimas faltas
y pecados se analizan una y otra vez.
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- ¿Qué le ocurrirá?
- Le darán seis meses, como mínimo.
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- ¿De cárcel?
- De envejecimiento.
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- ¿Cómo?
- Sí. Yo también me hago viejo.
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Tres meses aquí, un año allá.
Las condenas se van acumulando.
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Entonces,
si te portas mal a menudo, morirás.
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Te envejecen, pero no te dejan morir.
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- ¿Por qué no te suicidas?
- Lo hago de vez en cuando.
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Pero el tabernáculo eterno me reconstruye.
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- ¿Quieres ver la inmortalidad?
- Sí.
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Pues apresúrate.
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Aquí es donde viven los renegados.
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Están condenados
a una eternidad en estado senil.
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Les damos comida, pero todos los rehuyen.
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Son maliciosos y viciosos,
así que entramos y salimos deprisa.