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Lo has hecho muy bien.
Haz una reverencia.
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Trepamos a la fortaleza
y yo salté la muralla de primero.
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Mis compañeros me siguieron.
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¡ No te imaginas la cara de los franceses
al ver a 23 demonios...
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...espada en mano,
entrando a sangre y fuego en la fortaleza !
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¡ En tres minutos dejamos tantas cabezas...
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...como balas de cañón había !
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Más tarde nos visitó el noble
Príncipe Enrique.
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"¿Quién hizo esto?"
Yo di un paso adelante.
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"¿Cuántas cabezas cortaste?", me dice.
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"Diecinueve", respondo. "Y herí a varios."
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Que el diablo me lleve si casi no rompió
en llanto.
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"Noble caballero", me dijo.
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"Aquí tienes 19 guineas de oro,
una por cada cabeza que cortaste."
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¿Qué te parece eso?
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¿Te dejaron quedarte las cabezas?
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No, las cabezas son propiedad del Rey.
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¿Me cuentas otra historia?
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Te contaré otra mañana.
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¿Jugarás a las cartas conmigo?
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Claro que sí. Ahora a dormir.
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¿Dejarás las velas prendidas?
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Los niños grandes no duermen
con las velas prendidas.
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Me da miedo la oscuridad.
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Tesoro, no tienes de qué tener miedo.
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Pero me gustan las velas prendidas.
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Bueno, dormirás con las velas prendidas.