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Pero un día,
en la cumbre de mi bienestar,
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de pronto, y sin motivo aparente,
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se apoderó de mí el deseo de suicidarme.
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Estás sano, tienes una bella
esposa, te va bien en el trabajo.
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Lo sé, pero me falta algo.
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- ¿Qué?
- Siento un vacío en el centro de mi ser.
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- ¿Qué tipo de vacío?
- Bueno, un vacío hueco.
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¿Un vacío hueco?
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El vacío henchido lo sentí
hace un mes, pero fue algo que comí.
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Quizá lo que tengas
sea una enfermedad del alma.
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- ¡Mira, la Muerte!
- ¿Qué? ¿Quién?
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¡La Muerte!
Tiene a Krapotkin, el vinatero.
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- ¿De veras?
- Sí, y a una mujer.
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- Oh, no es la Sra. Krapotkin.
- Bromeas.
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No. Sabía que Krapotkin
se hacía las manolas con otra.
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- ¿Adónde te llevas a Krapotkin?
- ¡Lejos! ¡Para siempre!
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¡Escucha, si ves a mi mujer,
dile que estoy contigo!
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Adiós, Krapotkin. ¡Si puedes, escribe!
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Padre Andre,
santo entre santos, anciano y sabio,
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eres el hombre más arrugado del país.
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¡Bájate de mis barbas, atontada!
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Levántate, hija mía. ¡Levántate!
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- Estoy de pie.
- Mi vista es mala.
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Todos dicen que estás senil,
pero eres el único que puede ayudarme.
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No creo que estés senil.
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¿Dónde dices que cogieron el pescado?
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- ¿Qué pescado?
- ¿No has dicho algo de pescado?
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Padre, Boris quiere suicidarse.
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La semana pasada, pensó en
suicidarse inhalando junto a un armenio.
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Dile esto a Boris.
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He vivido muchos años
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y, tras muchas tribulaciones,
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he llegado a la conclusión
de que lo mejor es...