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Vivo en Dresde, pero supongo que tú
ya lo has olvidado.
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Tengo una pensión de 400 taleros,
gracias a la generosidad del príncipe.
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¡Qué Dios le proteja!
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- Sabía que estabas en Sajonia, pero...
- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
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He venido por unos negocios.
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Un proyecto en el que el mismo ministro
está muy interesado.
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Un proyecto excelente, , mamá.
Una excelente...
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He comprendido. Los cuentos de siempre
y tus ridículas ideas...
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¡Y nunca te has dignado a enviarle ni un céntimo
a tu pobre vieja madre!
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¡Yo no sabía vuestra dirección, mamá!
¡La perdí hace tiempo!
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¡No sabes ni mentir!
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Había querido escribiros, incluso venir
a visitaros de vez en cuando, pero...
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- ¿Y vuestro segundo marido?
- Ha muerto.
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- ¿Vivís aquí en la ciudad?
- No, en el campo.
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Podría ir con vos,
quedarme unos días.
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Siempre que mis negocios me lo permitan.
Espero que sí.
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- ¿Qué tú quieres venir a mi casa a estar conmigo?
-Sí.
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¡Sinvergüenza!
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¿Estáis esperando a alguien?
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Espero a que venga a buscarme el cochero
para llevarme a mi carroza.
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¡Mis pobres piernas no pueden
ya conmigo!
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Espera, mamá.
Yo os ayudaré.
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Ahora subo.
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Mamá.
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¡Cuánto tiempo!
¿Cómo estáis?
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¡Despacio! ¡Despacio!
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¡Agáchate, agáchate!
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- ¿Sobre mi espalda?
- Sí, sí... sobre tu espalda.