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De repente, una mañana, se halla
a si mismo en medio de un bosque.
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Atardece y todo está quieto.
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Quizá el viento de la tarde espíe
a través de los altos árboles.
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Él permanece asombrado...
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pero ansioso y con sospecha.
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Él está solo...
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y descubre que su oído es débil,
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pues sus orejas han sido quemadas
por el sol inclemente
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Su boca y garganta están secas
por el largo peregrinaje.
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Sus labios resecos
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se juntan para decir maldiciones
y palabras ásperas.
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No puede oír el sonido
de el arroyo
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y tampoco nota su reflejo
al atardecer.
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Permanece sordo y ciego a la
orilla del manantial...
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sin notar su presencia.
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Como un sonámbulo, vagabundea
entre los arroyuelos.
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Aunque ciego,
pronto regresa al camino...
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donde golpea la dura luz
y no hay sombra.
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Una noche, junto a la fogata,
encuentra un hombre viejo
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Quién cuenta a unos niños un cuento
acerca de unos arroyos y unos bosques.
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Él hombre recuerda que ya ha estado
ahí,
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pero de un modo nublado...
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como en un sueño.
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Entonces le pregunta al
viejo,
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"¿De dónde proviene toda esa agua
de los arroyos?"